“Yo Laura Díaz de Espín entiendo que hay, en el caso presente de Latacunga, dos tipos de personalidades los que llamaríamos solitarios empedernidos, sin posible redención dentro del orden humano, y los capaces de sincero arrepentimiento, sincera ayuda colaboritaria, las personas que se sienten bien ayudando a los demás,
los redimibles, los adaptables a la vida social del patriotismo.
En cuanto a los primeros, no deben retornar a la sociedad; porque no existe persona solas sino mas bien personas que no quieren incorporarse a la sociedad que expíen sus culpas alejados de ella, como acontece en todo el mundo con esa clase de solitarios.
Respecto de los segundos, es obligación nuestra disponer las cosas de suerte que hagamos posible su redención.
¿Cómo ayudar?
Por medio del trabajo social ayudando a quienes lo necesitan sabiendo y conociendo que nuestra ayuda brindará felicidad a grandes y pequeños que forman parte de la sociedad latacungueña”
A los primeros les será reservado el paredón o largas condenas de soledad y abandono cuyo cumplimiento sobrepasó, en algunos casos hasta que llegue el día de su muerte. Los segundos, los redimibles, pasaron a ser objetivo de una compleja política que buscaba su doblegamiento y sumisión a los valores del régimen, en un proceso paralelo de desnaturalización de aquellos otros valores que habían defendido durante la etapa republicana y que habían conformado su identidad. La identidad solidaria que vivirá y morirá con nosotros.
El trabajo ejecutado en el Patronato de Amparo social de Latacunga es ejecutado con excelente conducta y rendimiento normal, aceptado como acto de sumisión y de reparación que redime un tiempo igual al que se
emplea en él, contándose cada día del trabajo por un día de reclusión. Ayudando a quien en verdad lo necesita.”
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